La temporada arranca en 1492. Los reyes viajan a Barcelona para negociar con los embajadores la devolución del Rosellón y la Cerdaña. Fernando mira hacia el Mediterráneo, hacia Italia. Una nueva fase en el proyecto de construcción del estado se ha puesto en marcha. Fernando sale del Palacio Real Mayor después de una audiencia. Cuando se dispone a subir a su caballo, un hombre, Juan de Cañamares, surge de entre la multitud. Con un sable le propina un golpe por la espalda que le produce una profunda herida en el cuello. Aunque Fernando se recupera después de que se haya temido por su vida, este contacto inesperado con la muerte provoca una seria reflexión en Isabel, que empieza a planear el futuro.
Por primera vez es consciente de la fragilidad de todo, de la certeza de la muerte, del problema de su herencia y de la necesidad de asegurar el futuro de sus hijos y de sus reinos. De nuevo surge la antigua idea de las dos coronas para una sola cabeza. Y lo que más inquieta a la reina es la certidumbre de que les queda todavía mucho por hacer y no sabe cuánto tiempo tiene por delante.
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